Por Abbey Medcalf Cooler.
Durante una hermosa y soleada mañana de otoño me encontré en el jardín, frente a mi casa, cavando hoyo tras hoyo, plantando bulbos de tulipanes y narcisos. Mentiría si dijera que estaba disfrutando la experiencia o que me relajaba o era catártica. No me gusta trabajar en el jardín. No sé si se debe a las muchas veces que de niña tuve que sacar las flores muertas de las caléndulas los sábados por la mañana en lugar de dormir hasta tarde. Prefiero limpiar la casa por dentro en lugar de preocuparme por el jardín. Durante la consejería prematrimonial mi esposo y yo hicimos un trato, él haría el trabajo de afuera y yo me encargaría del trabajo de adentro. Hace casi nueve años que estamos casados y al parecer, esto ha funcionado. Entonces, usted se preguntará por qué estoy plantando tediosa y dolorosamente estos bulbos en una mañana de otoño.
Me encanta ver el resultado. Me encanta saber cuándo llega la primavera y mirar mi jardín, frente a la casa, y ver tanta variedad de colores. Me encanta tomar fotos hermosas de mis hijas entre los tulipanes durante la Pascua. Me gusta tener narcisos porque me recuerda la historia que me contó mi mamá acerca de su mejor amiga quien le trajo un ramo de narcisos el día que yo nací. Aunque el trabajo es duro, el resultado vale la pena. Como madre de hijas de dos y seis años, estoy en esa época de la crianza en que se cultiva la tierra, plantando la verdad en sus corazones. Tengo fe y confío en que a medida que vayan creciendo yo veré su fe floreciendo en sus vidas
Cultivar la tierra Mis días están ocupados entre lavar la ropa, preparar almuerzos, jugar con las muñecas y bailar una y otra vez con música para niños. En esta etapa de mi vida la mayor parte de mi tiempo está dedicada a mis hijas. Diariamente tengo que recordar Deuteronomio 6:4-7. Todo lo que hago, no importa cuán normal o rutinario sea, es guiar y demostrar a mis hijas cómo “amar al Señor con todo el corazón, alma y fuerzas. Estoy creando un ambiente propicio para que ellas formen recuerdos, aprendan nuevas habilidades y empiecen una relación personal con el Señor. Estoy cultivando la tierra donde van a crecer para ser la personas que Dios tiene planeado que sean.
Plante la verdad
Prepararse para ir a la iglesia los domingos en la mañana y los miércoles en la noche es uno de los momentos más dislocados en nuestra vida familiar. Por lo general, una de mis hijas decide que quiere usar sus botas de vaquera con su vestido bordado y la otra quiere ir en pijama. A veces parece imposible que se pongan los zapatos y que se suban al carro. Aunque muchas veces parece más fácil simplemente quedarse en casa, nuestra familia tiene como prioridad ir a la iglesia. ¿Por qué? Porque Hebreos 10:25 nos recuerda, “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos…” Aún en esos días que me quiero tirar de los pelos tratando que todos salgan a tiempo, voy a ser fiel en llevar a mis niñas a adorar a la iglesia. Deseo para mis hijas que la verdad de Dios se derrame en sus vidas, junto con mucha diversión, música y la oportunidad de hacer amistades duraderas.
Verlas florecer
Mi esposo y yo nos aferramos a Proverbios 22:6, que se aplica a nosotros personalmente: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Esto nos anima cuando tratamos de tener meditaciones familiares con nuestras hijas, y ellas tratan de salirse de la silla, o juegan con las patas de la mesa, o de repente hacen preguntas acerca del programa de TV favorito. Puede ser difícil motivarnos como padres para esforzarnos de continuo a moldear y enseñar a nuestros hijos acerca de Cristo y cómo tener una relación con Él. Sin embargo, no hay mayor gozo como padres que ver a los hijos andar en una fuerte relación personal con Dios.
Desde el momento que nacieron nuestras hijas hasta que lleguen a los dieciocho años, tendremos 7.000 días para invertir en sus vidas. ¡Eso es todo! Cuando se encuentren contando los minutos antes de ir a la cama, recuerde que los días son largos pero los años son cortos. El trabajo de cultivar sus corazones y plantar la verdad es valioso. A medida que nuestros hijos salgan de la casa, pero nunca de nuestro corazón, déjelos salir con el deseo de caminar con el Señor todos los días de sus vidas.
Abbey Medcalf Cooler vive en la zona de Atlanta, con su esposo Adam, y sus dos hijas. Ella tiene un título de la Universidad Gardner-Webb y del Seminario Teológico Bautista del Sudeste.