“Mi mamá y yo nos peleamos. Se supone que voy a ir a una graduación este fin de semana y me quiero comprar un vestido nuevo. Ella dice que ya tengo suficientes vestidos en mi clóset. ¿Qué se cree que tengo que hacer? ¿Usar el mismo vestido dos veces?”
Honestamente, esta niña en el octavo grado me sorprendió. Durante veinte años como consejera, me he sentado con muchos niños y adolescentes que tienen toda clase de problemas. Pero nunca hablé con una niña de cualquier edad sobre el tema del “merecimiento” como lo hice con esta jovencita. Ella comenzó hablando acerca de una muchacha nueva en la escuela y cómo los maestros le pidieron a algunos estudiantes que se acercaran a ella. “Sí, claro, es nueva. No sé si tiene amigos todavía o no. ¿Pero que se supone que haga? Acercarme y decirle ‘hola’, yo sé que eres nueva. Mi nombre es…” “Sí”, le respondí con toda la paciencia que tenía: “Eso es exactamente lo que debes hacer”. Su merecimiento era sin duda acerca de cosas materiales, pero iba más allá de lo que quería y llegaba hasta su carácter. Ella pensaba demasiado en sí misma y muy poco en los demás. Se puede definir merecimiento de la misma manera. Y aunque ella era un caso extremo, el problema está creciendo a pasos agigantados en niños de todas las edades, hasta en aquellos criados por padres cristianos con muy buenas intenciones.
Consecuencias de “la rienda suelta”
No cuesta mucho ver las cadenas del merecimiento en cualquier escuela de los Estados Unidos. Cuando muchos de mi generación estábamos creciendo ahorrábamos dinero para ayudar a nuestros padres a comprarnos bicicletas. Hoy día, algunos estudiantes de la escuela elemental tienen iPads como parte del plan de estudios. En el 2007, 22% de los niños entre 6 y 9 años tenían sus propios celulares. Imagínense como ha crecido este número en el día de hoy. Vivimos en una cultura saturada por muchas cosas. Los niños de hoy están constantemente siendo entretenidos, sobre estimulados y a menudo completamente satisfechos instantáneamente. Muchas veces, no necesitan nada. Una vez vi a dos adolescentes en la fila de Disney World chequeando Facebook en sus iPads. Ellos ni siquiera podían esperar pacientemente sin sus aparatos electrónicos por 30 minutos en la fila de Disney World. ¿Así que cuál es el problema con el tema del “merecimiento”? ¿Por qué nuestros niños constantemente quieren más, ya sea más dulces en el mercado o más atención que los padres les pueden dar? No tenemos que buscar la respuesta demasiado lejos. Los medios de comunicación nos apabullan con niños que parece que tienen recursos y actitudes inagotables. Lejos están los discursos de Bill Crosby acerca de caminar a la escuela, cuesta arriba, ambos lados, en la nieve. Se ha hecho mucha propaganda en todo el país acerca del fenómeno “cada niño recibe un trofeo”. Muy a menudo cada niño recibe un trofeo… una alabanza o premio no merecido. Como consejera, creo que es importante animar a los niños. Pero hay una diferencia entre animarlos y súper elogiarlos. Hablar la verdad en amor (Efesios 4:15) puede incluir frases como: “No importa que no seas el mejor jugador de básquetbol. Pero me encanta lo buena hermana mayor que eres”. O “Puede que no seas el mejor estudiante de matemáticas, pero eres muy bueno en ciencia.” En nuestro libro Intentional Parenting (Thomas Nelson), mis colegas y yo sugerimos hacer evaluaciones sobre los puntos fuertes de los niños pidiéndoles que describan áreas donde se sienten fuertes y áreas donde les gustaría mejorar. Les ayuda a comprenderse a sí mismos, sus limitaciones y dones dados por Dios y puede ser el comienzo de una conversación real y honesta. En nuestros seminarios para padres, los animamos a que no rescaten a sus hijos. Si cada vez que su hijo se olvida el almuerzo, usted le lleva comida de McDonald o cada vez que pierde su chaqueta, usted le compra otra, el “merecimiento” comenzará a meterse en su casa. Las luchas ayudan a crear resiliencia en los niños. Leemos en Santiago 1:12: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Esa es una corona que es más durable que cualquiera otra que ponemos sobre nuestra cabeza. Está bien que su hijo experimente dolor… no dolor físico que se puede prevenir, pero el dolor emocional que usted no puede prevenir. Pablo dice en Romanos 5:3-5, que la tribulación produce paciencia, y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza. El sufrimiento que tratamos de prevenir como padres puede ser la herramienta que Dios usa para darles esperanza.
Oportunidades para un crecimiento real
Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo podemos romper las cadenas del merecimiento que ya están presentes en nuestros hogares? A continuación, hay algunas sugerencias que pueden hacer una diferencia en la vida de su familia:
#Ayude a sus hijos a entender las diferencias entre lo que desean y lo que necesitan. Sea consciente de su propio lenguaje y de cómo hace la distinción entre uno y otro. Ayude a incorporar estas dos palabras dentro del vocabulario y las experiencias del niño. Provea para las necesidades, pero déjelos que esperen las cosas que simplemente desean para recibirlas durante los cumpleaños, fiestas, ocasiones especiales y algún otro día especial.
#Permita a su hijo que participe en los gastos. Si su hijo quiere desesperadamente un iPod, permítale juntar la mitad del dinero. Cuando lleguen las fiestas déjelo ahorrar para darle regalos a su familia cercana. No compre simplemente en su nombre y firme la tarjeta por él. Los regalos para sí mismo y para los demás tendrán mucho más valor si él mismo fue parte del proceso.
#Haga que el agradecimiento sea parte del ambiente natural del hogar. Durante la cena, pida a todos alrededor de la mesa que digan algo por lo que están agradecidos ese día… no tan solo el Día de Acción de Gracias. Pida a los niños que escriban tarjetas de agradecimiento. Modele gratitud como adulto. Agradezca a la mesera por su comida. Sea agradecido con sus propios padres cuando los niños están cerca (y cuando no están también).
#Sean dadivosos como familia. Durante Navidad, patrocine a otra familia con niños de edades similares y permita a sus hijos que elijan los regalos. Ayude en un comedor de beneficencia. Lleve a sus hijos a viajes misioneros cuando tengan la edad suficiente. No le cuente acerca de los niños de países empobrecidos… permítales usar las manos y los pies para que experimenten la vida de aquellos que tienen menos. Eso les ampliará la perspectiva y los ayudará a ver que ellos pueden hacer la diferencia, no importa la edad que tengan.
#Establezca límites financieros. Si su hija de 15 años tiene una asignación de $20 por semana, no le dé más que eso. Déjela que se quede sin dinero o nunca apreciará lo que vale el dinero. Déjela que sufra las consecuencias de gastar de más. Si ella usa demasiados minutos en su celular o gasta demasiado en otras áreas, hágale completar tareas en la casa para pagar la diferencia. Ella aprenderá más pagando la deuda que por su explicación.
#Déle a sus niños responsabilidades en el hogar. Los niños deben contribuir a la vida de familia con tareas apropiadas para su edad. Cuando pueden caminar y llevar cosas pueden ayudar a levantar la mesa. Usted les puede pagar por algunas tareas pero otras deben ser parte de su contribución como miembro de la familia. Las tareas les ayudan a aprender responsabilidad y el valor de su tiempo y energía.
#No tenga miedo de volver a empezar. Nunca es demasiado tarde. Diga a sus niños: “Estuve pensando que no somos agradecidos como familia”, o “Nosotros damos por sentado muchas cosas. Es tiempo de que hagamos algo diferente y que comencemos a apreciarnos unos a otros y todo lo que tenemos”. Después haga algo diferente, no importa la edad de sus hijos.
Quebrar las cadenas del merecimiento comienza en el hogar. Sus hijos apreciarán el valor de la gratitud y la dadivosidad cuando los vean practicados. Usted les enseña por su manera de vivir, de hablar y por cómo permite batallar y trabajar su propio camino hacia una vida responsable. Usted puede criar hijos que viven con humildad y gratitud, que ven y aprecian lo que reciben cada día de parte del Dador de todo lo bueno que tenemos.
Sissy Goff es la directora de consejería para niños y adolescentes en Daystar Counseling en Nashville, Tenn. Una conferencista muy buscada para eventos de entrenamiento para padres y maestros. Es la autora de los videos Raising Boys and Girls (Lifeway), y de cinco libros incluyendo Raising Girls (B&H); The Back Door to Your Teen’s Heart (Booksurge); Modern Parents, Vintage Values; Mirrors and Maps; y Growing Up Without Getting Lost (Zondervan).