Por Abbey Medcalf Cooler
“Esta es la historia de cómo mi vida dio la vuelta y quedó al revés” Si mis hijas fuera lo suficientemente mayores para recordar la canción que comienza con estas palabras, esta música sería el tema principal de su vida en este momento. Desde hace unas semanas, nuestras vidas no solo se han puesto al revés, pero también han sido sacudidas.
El motivo de tanta agitación e incertidumbre es que nos hemos mudado a una nueva casa. En los últimos treinta días, hemos empacado la única casa en la que hemos vivido como familia, nos alojamos con mis suegros por unos días y luego desempacamos y comenzamos a acomodar nuestro nuevo hogar.
Mi marido y yo encontramos que este momento de cambio es fascinante, pero nuestras niñas están un poco nerviosas e inquietas. Cuando veo nuestra mudanza y todo el cambio que esta ha traído a través de los ojos de mis hijas, Dios me ha enseñado que puedo manejar mejor el cambio en mi propia vida.
Enfrentando al reto
La primera lección que Dios me ha enseñado es que el cambio puede ser desafiante. En el proceso de empacar y desempacar sin duda enfrenté algunos retos. Empecé por envolver y empacar cada posesión tratando de asegurarse de que llegaran en una sola pieza.
Después tuve el tedioso trabajo de asegurarme de notificar a cada proveedor, banco, escuela, iglesia, familia y amigos de la nueva dirección. Este gran cambio estaba ocurriendo mientras me preparaba para la Pascua, el Día de las madres y las actividades de fin de año de la escuela y la iglesia.
Cuando sentí que estaba al final de mis esfuerzos Dios me recordó suavemente de Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Esto incluye todas las tensiones que vienen con las mudanzas.
Cuando uno se enfrenta a un tiempo de desafíos y cambios, hay que recordar que Dios es lo suficientemente grande como para llevar las cargas que llevamos a sus pies.
Arriesgarse
La segunda lección que aprendí es que los cambios significan tomar riesgos. Para mí, eso significó que tuve que salir de mi zona de comodidad y salir a la calle a conocer a mis nuevos vecinos.
Aunque parezca una mujer adulta de treinta y siete años, segura de mi misma, en mi interior todavía me siento como una niña de séptimo grado con muchas inseguridades. Para mis hijas el cambio significa hacer nuevos amigos en el vecindario, así como también en la nueva escuela.
Ya sea que está pensando volver a la universidad, comenzar un nuevo trabajo, o simplemente entablar una conversación con una madre en el parque, tomar riesgos puede ser intimidante.
Cuando empiezo a sentir el miedo entrando en mi corazón, busco el Salmo 16:8 y me ayuda a ser valiente: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido”.
Sea una campeona
La tercera lección que aprendí a través de todos estos cambios es que el cambio lo puede hacer un campeón. Me convertí en una heroína para mis hijas porque nos mudamos a un barrio que tenía una piscina.
Las palabras de mi hija mayor lo expresaron perfectamente cuando dijo: “Mamá, eres la mejor mamá del mundo por darme una piscina”. Todas las molestias y el estrés de la mudanza valieron la pena cuando vi la alegría en el rostro de las niñas.
Cuando usted se arriesga, tiene la oportunidad de cambiar su vida y las vidas de quienes le rodean de una manera maravillosa. Cuando una amiga le dice que quiere tomar una clase de inglés básico a los cuarenta y dos años, usted puede darle el impulso extra que necesita para volver a la escuela.
Tal vez usted esté tomando el riesgo de comenzar un trabajo nuevo y es posible que haya sido llevada a ese lugar para satisfacer las necesidades de una compañera de trabajo que solo usted podría llenar. Cuando usted se acerca a la madre que empuja a su niño en el columpio, puede que esté teniendo la primera conversación con su nueva mejor amiga.
El cambio puede ser aterrador y nos obliga a salir de nuestro caparazón. Dios nos llama a dar un paso de fe a lo desconocido, sabiendo que Su Palabra es una lámpara para sus pasos y luz para su sendero. Los cambios vienen con un montón de altibajos y tensiones.
Pero Dios renovará sus fuerzas y le ayudará a volar. Los cambios pueden traer bendiciones inesperadas a su vida y la vida de los que la rodean. Confíe en el Señor, Él es capaz de hacer más con su vida de lo que usted puede imaginar.
Abbey Medcalf Cooler vive en el área metropolitana de Atlanta con su esposo, Adán y sus dos hijas. Estudió en Webb University y el Southeastern Baptist Theological Seminary.