Por Brian Dembowczyk
Así como no todos los actos de desobediencia son iguales, tampoco todos los actos de disciplina tienen por qué serlo. En esta entrega, veremos cómo 2 Timoteo 3:16 es una guía útil para profesores o padres porque puede ayudarlos a elegir el modo adecuado de imponer disciplina cuando un niño no se porta bien.
Cómo imponerle disciplina a un niño es uno de los aspectos más desafiantes de estar a cargo de un salón de clases o de ser padres. Ejercer la disciplina sobre un niño no solo es uno de los aspectos menos atractivos de ser profesor o padre, sino que saber cómo hacerlo (qué medida corresponde) suele ser la parte más difícil de todas. Tiene que existir una forma mejor que imponer el mismo tipo de disciplina para cada ofensa o que girar una «Rueda de medidas disciplinarias» para elegir cómo responder cuando un niño no se porta bien. Por suerte esa forma existe: 2 Timoteo 3:16 se sobrepone como una forma común de categorizar nuestras convicciones teológicas.
Si ha pasado algún tiempo en Twitter, sabe que a las personas les gusta discutir sobre cualquier doctrina que exista. Si bien a veces necesitamos alzar la voz para defender una doctrina fundacional y estar dispuestos a marcar nuestro férreo desacuerdo (p. ej., Jesús como el único camino hacia la salvación), otras veces tenemos que aceptar no estar de acuerdo sin perder la unidad (p. ej., nuestro entendimiento sobre el fin de los tiempos) o ni siquiera preocuparnos por nuestras diferencias (p. ej., el color de la alfombra en un salón de la comunidad). Podemos pensar en estas tres categorías como asuntos de primer grado (el acuerdo es de vital importancia), asuntos de segundo grado (el acuerdo es importante, pero puede haber desacuerdo) y asuntos de tercer grado (el acuerdo no es importante).
Asuntos disciplinarios de primer grado. En esta categoría, entraría la desobediencia que surge de un corazón deliberadamente irrespetuoso y desobediente hacia Dios o el prójimo. Todo acto de desobediencia que provenga de esta actitud de corazón merece la más firme de las respuestas, una reprimenda según 2 Timoteo 3:16. Estas ofensas no pueden tratarse a la ligera o pasarse por alto porque el corazón del niño está en juego. Por su propio bien, debemos intervenir para soltar una reprimenda amorosa pero firme.
Asuntos disciplinarios de segundo grado. En esta categoría, entraría la desobediencia que surge de lo que podría considerarse una pecaminosidad natural. A diferencia de los asuntos disciplinarios de primer grado, el corazón del niño no desafía abiertamente a Dios o al prójimo, pero se mantiene en el pecado, lo que requiere ser corregido en virtud de 2 Timoteo 3:16. Debemos marcar cómo el niño ha pecado y cómo ese pecado deshonra a Dios y también lastima al niño. También debemos instruir al niño en cómo resistirse a cometer dicho pecado en el futuro.
Asuntos disciplinarios de tercer grado. En esta categoría, entrarían los pecados cometidos por ignorancia o accidente debido a un descuido del niño. Este nivel de disciplina requiere la respuesta más «suave» que encontramos en 2 Timoteo 3:16: instruir. Muchas veces es posible que el niño ni siquiera sepa que está haciendo algo mal. Como no hubo intención de pecar, reprender e incluso corregir no sería adecuado, sino que deberíamos instruir al niño; es decir, deberíamos enseñarle cómo glorificar a Dios con su comportamiento en esa situación.
Seguramente, te has dado cuenta de que no indiqué formas específicas de reprender, corregir o instruir. Esto es porque no existe una forma «correcta». Como cada niño es distinto, la forma de reprender, corregir o instruir puede variar por completo de un niño a otro, y es probable que la forma también sea bastante diferente en el salón de clases o en el hogar.
Pero aquí tienes tres consejos finales sobre cómo imponer disciplina a un niño:
Primero, nunca apliques disciplina estando enojado. Nunca jamás lo hagas. La disciplina desde el enojo es un oxímoron. La disciplina siempre debe ejercerse desde el amor teniendo en mente lo mejor para un niño. Ejercer disciplina desde el enojo es alimentar el orgullo del adulto y puede terminar en abuso físico, mental o emocional.
Segundo, la disciplina en el salón de clases debe estar en concordancia con las políticas y los procedimientos de la iglesia.
Tercero, la disciplina y la gracia no son incompatibles. Busca momentos y formas de demostrarle gracia al niño, en los tres grados, a fin de bosquejar una imagen hermosa de la gracia que Dios nos muestra por medio de Jesucristo.
Brian Dembowczyk es el director editorial de The Gospel Project. Prestó servicios en el ministerio de la iglesia local durante más de 16 años antes de sumarse a Lifeway. Brian obtuvo el título de Magíster en Divinidad en Southern Baptist Theological Seminary y el título de Doctor en Divinidad en New Orleans Baptist Theological Seminary. Vive junto con su familia en Murfreesboro, Tennessee.
Traducido desde Lifeway Kids Ministry. El artículo original puede ser consultado aquí.