Por Michael Kelley
Tenemos muchos roles como papás.
Dependiendo de tu hijo y de su edad, es posible que te encuentres como entrenador, tutor o consejero. Puedes ser un entrenador de carrera, un protector o un instructor de manejo. Y en muchos días, te encontrarás haciendo todo lo anterior y más. Esto es lo que somos. Esto es lo que Dios nos ha llamado a ser. Y todos estos roles encajan bajo el grandioso y glorioso término general de «papá».
Sin embargo, como padres cristianos, Dios nos ha dado un llamado aun mayor, un llamado que atraviesa todos estos roles individuales. Dios nos ha dado a estos niños no solo para proteger, proveer y enseñar, sino que también nos ha dado a estos niños para que seamos una sombra de su mejor Padre. Soy, como su padre, un retrato visible de una realidad invisible. En otras palabras, tanto cuando hago lo correcto como cuando me quedo corto como padre, no soy más que una sombra de quién es Dios. Por la gracia de Dios, oro para que cuando mis hijos se encuentren con Dios puedan decir una y otra vez algo como esto: «Es como papá, pero mejor».
- Dios me ama como papá … solo que mejor.
- Dios me provee como papá… solo que mejor.
- Dios me disciplina como papá… solo que mejor.
- Dios me cuida como papá… solo que mejor.
Somos la primera y más influyente presentación que nuestros hijos tienen de lo que significa «papá», y estamos destinados a señalar con la mirada hacia arriba a través de nuestro carácter y nuestras interacciones. De hecho, este es un gran llamado. A menudo es intimidante. Y ciertamente es uno que no alcanzamos de manera regular. Sin embargo, nos levantamos, día tras día, reforzados por la gracia de Dios, para intentarlo de nuevo.
¿Has considerado hoy cómo la forma en que les hablas a tus hijos modela la paternidad de Dios? ¿Has pensado hoy cómo tu perdón modela la paternidad de Dios? ¿Has meditado hoy en cómo tu paciencia modela la paternidad de Dios? Estas son buenas preguntas para hacer. Estos son buenos pensamientos a tener en cuenta. Pero tal vez haya otra forma, una forma aún más sencilla, de modelar el carácter de Dios en tu hogar. Es una forma tan simple que a menudo se pasa por alto.
Tu firmeza como padre muestra la firmeza de Dios a tu familia.
Me encantan los muchos usos de «siempre» y «nunca» en la Biblia cuando describen al Señor:
- Jehová, no retengas de mí tus misericordias; tu misericordia y tu verdad me guarden siempre (Sal. 40:11).
- Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Sal. 46:1).
- Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo (Sal. 55:22).
- Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará (Deut. 31:6).
La lista podría continuar, pero todas estas declaraciones están destinadas a asegurarnos la firmeza de Dios. Dios es «siempre» y «nunca» muchas cosas, y toda esa firmeza debería tener un efecto calmante y pacífico en general para nosotros como cristianos. ¿Pero como padres cristianos? Debería hacer algo además de eso.
Debería hacernos querer modelar esa firmeza en nuestros hogares. Por supuesto, puedes ver este tipo de estabilidad y pensar que equivale a aburrimiento. Quizás sí. Pero también brinda una sensación de seguridad y protección dentro de nuestros hogares, que de muchas maneras, nuestros hijos saben lo que obtienen con nosotros como padres. Somos con los que se puede contar, porque somos los hombres sólidos y firmes.
Hombres, hay momentos para ser «papá divertido». Y hay momentos para ser «papá disciplina». Pero en todos los momentos, existe la oportunidad de ser un padre estable. Así como nuestro Padre celestial es firme con nosotros.
Michael Kelley vive en Nashville, Tennessee, con su esposa, Jana, y tres hijos: Joshua, Andi y Christian. Se desempeña como Vicepresidente Sr. de Ministerios de la Iglesia para Lifeway Christian Resources. Él es el autor de «Growing Down: Unlearning the Patterns of Adulthood that Keep Us from Jesus», «Los miércoles eran bastante normales: Un niño, cáncer y Dios»; «Discipulado transformacional; y aburrido: Encontrar un Dios extraordinario en una vida ordinaria».
Esta publicación apareció originalmente en michaelkelley.co