Cuando era niña, tenía amigos en la escuela y amigos en la iglesia. Aunque algunos coincidían, la mayoría eran diferentes. Las iglesias en las que mi familia sirvió eran grandes y alcanzaban a personas de toda la ciudad, por lo que representaban varias escuelas. Esto significaba que tenía grupos de amigos separados, y aunque disfrutaba de mis amigos de la escuela, fueron mis amigos de la iglesia los que tuvieron un impacto duradero.
Tengo gratos recuerdos de ver a mis amigos de la iglesia dos veces por semana. Como éramos asistentes regulares, nos veíamos constantemente y desarrollábamos amistades significativas. Íbamos a la Escuela Bíblica de Vacaciones (VBS) y a campamentos en el verano, servíamos en misiones juntos, asistíamos regularmente a la escuela dominical y estudios bíblicos, y a menudo nos sentábamos juntos en los servicios de adoración (aunque nuestros padres nos miraban con desaprobación por hablar demasiado durante el sermón).
Más que nada, crecimos juntos espiritualmente al responder al evangelio, vernos bautizados y aprender más sobre la Biblia. A medida que crecíamos, incluso comenzamos a responsabilizarnos mutuamente sobre cómo mostrábamos nuestra fe en nuestra vida diaria. Estas son las relaciones que me acompañaron en los buenos y malos momentos mientras crecía. Resulta que estas amistades fueron una de las partes más importantes de mi formación espiritual hasta la adultez.
Un estudio realizado por Lifeway Research (Nothing Less 2017) reveló que los niños y adolescentes que tenían un mejor amigo que los influenció para seguir a Cristo mientras crecían, tenían una mayor madurez espiritual como adultos. Esto significa que no abandonaron la iglesia, superando las estadísticas que sugieren que la mayoría de los estudiantes la dejan durante la universidad, muchos nunca regresan. En cambio, este estudio indica que están prosperando en su fe como adultos.
Entonces, a la luz de esta investigación (además de mi propia experiencia personal), creo que aquellos de nosotros en el ministerio debemos fomentar activamente las amistades en la iglesia. Aquí hay tres formas en que esto se puede lograr:
- Conectar activamente a los niños entre sí: Como líder del ministerio, tienes una oportunidad única para ayudar a los niños a establecer conexiones. Conoces nombres, a qué escuela asisten e incluso características individuales como deportes y pasatiempos favoritos. Con esta información, puedes asegurarte de que los niños encuentren intereses comunes entre ellos y luego alentarlos a hablar sobre esos temas.
- Brindar oportunidades para que las familias interactúen: Los padres en tu iglesia tienen algo en común: criar a sus hijos. Están en la misma etapa de la vida, dependiendo de la edad de cada niño. No pierdas la oportunidad de conectar a las familias entre sí durante esta experiencia compartida. Cuando los padres son amigos, sus hijos suelen ser amigos, lo que ayuda a desarrollar relaciones duraderas que marcan la diferencia.
- Evaluar tu programación: ¿La experiencia que ofreces los domingos, miércoles o en cualquier otro momento fomenta la construcción de relaciones? ¿O es principalmente enseñanza unidireccional? Estas son preguntas importantes que debes hacerte al buscar conectar a los niños entre sí. Puede ser que cambiar tu enfoque hacia un énfasis relacional en lugar de una programación instructiva sea la clave para desbloquear un mundo de amistades potenciales.
Estas son solo algunas formas de replantear tu pensamiento sobre cómo fomentar amistades en la iglesia. Puede significar que debes capacitar a tus voluntarios para que piensen de manera diferente sobre cómo lideran en diversos entornos. Valdrá la pena el esfuerzo si el resultado es que los niños tengan relaciones significativas en la iglesia que, en última instancia, los lleven a una vida de fe duradera.