Por Rachel Macy Stafford
Siempre quiero que todos los quehaceres de la casa se completen de la manera más eficaz posible. La controladora compulsiva en mi cabeza cree que si un trabajo no puede ser terminado perfectamente por alguien más, entonces lo tengo que hacer yo. Pero eso cambió un día memorable cuando tropecé al salir de la pieza del lavado, sosteniendo una canasta con ropa limpia. Mientras dejaba que la canasta cayera al piso, mi hija Avery me preguntó si podía ayudarme a doblar la ropa que se había caído. Por alguna extraña razón acepté. Mi hija no dobló muchas cosas ese día, pero inventó un baile con la ropa de su papá que me hizo reír hasta llorar. Fue cuando sequé esas lágrimas de alegría que finalmente vi la luz.
Terminar todas la tareas de la casa sola es engañarme a mí misma y a mis hijos. Hacer las tareas del hogar juntos no es la oportunidad más obvia para pasar tiempo juntos. Y sí, lo sé, con la ayuda de niños pequeños, el tiempo de finalización y desorden dramáticamente incrementan, pero también lo hacen las risas, la alegría y los recuerdos.
Después de la experiencia de doblar la ropa, Avery siguió ofreciendo sus servicios. Una noche, me preguntó si podía lavar las tazas de medir que usamos para hacer panes dulces y yo acepté, a pesar de que lo pensé por unos segundos. Antes de que las palabras “sí, puedes ayudar” salieran de mi boca, mi sargento interno se imaginó el piso cubierto de agua. Pero esos reparos se silenciaron en el instante que mi hija entusiasmada corrió a buscar una banquita para alcanzar el lavaplatos. De vuelta en un segundo y esponja en mano, ella estaba prácticamente babeando mientras yo vertía detergente en el lavaplatos. Mientras este se llenaba con burbujas transparentes, ella dejó de lado la esponja y ansiosamente tocó con su mano las burbujas mágicas.
En ese momento yo tenía varias alternativas. Allí estaba mi hija, felizmente jugando con las burbujas, ignorando todo lo que estaba pasando a su alrededor y yo podría fácilmente haber comenzado a limpiar los muebles, guardar los implementos para hornear, o mejor aún, podría haberme sentado en la mesa de la cocina a leer la revista nueva que había llegado por correo. Entonces elegí lo que más importa, elegí la niña cuyos rizos rojizos a menudo se asemejan a rastas, debido a su fuerte aversión al cepillo del pelo. Yo sé muy bien que pronto esos nudos serán reemplazados por una sedosa cabellera. Escogí a la niña que todavía necesita ayuda para alcanzar el lavaplatos, porque sé que pronto tendrá cosas mejores que hacer que lavar la loza con su madre. Escogí esa pequeña niña que cantaba esas hermosas canciones inventadas sobre enormes burbujas porque yo sé que algún día ella crecerá demasiado como para cantar canciones sobre burbujas y será un premio raro escuchar su hermosa voz. Con la cocina desordenada y un millón de cosas que hacer, escogí a mi hija, porque todavía puedo. Hoy mis hijos se paran frente a mí esperando, necesitando y queriendo ser elegidos. Mañana será diferente.
Después de observar mi bella “elección” en toda su gloria, tomé un puñado de burbujas y comencé a jugar. Mi hija sonrió asombrada por las diferentes formas que las burbujas pueden tomar o asombrada porque su mamá estaba jugando con ella, no estoy segura cuál. Ella empezó a imitar mis movimientos con sus propias montañas de burbujas.
A medida que el recipiente con agua jabonosa brillaba a la luz tenue de la cocina me trasformé en una versión de mí a los 4 años. Puedo recordar estar parada en la cocina sobre una silla, sosteniendo la esponja para platos, pero para mí, no era una esponja, sino que era una hermosa muñeca que estaba recibiendo el más fabuloso de los peinados. Mi mamá se acercó a mí y me preguntó si ya era hora para el gran baile. (Para ella no era solo una esponja, tampoco). Mi mamá con su hermosa sonrisa, la que todavía hoy me hace sentir llena de amor de adentro hacia afuera.
Y le conté a mi hija simplemente comenzando con “cuando era pequeña” y ella inmediatamente fijó sus ojos en los míos y le conté a ella sobre mi princesa de esponja. Le dije sobre el genial peinado de espuma, le dije sobre mi mamá, su abuela, que me miraba sin pedirme que no perdiera el tiempo y lavara los platos. Le dije que jugaba tanto con mi esponja que mis dedos se arrugaban como pasas. Avery parecía estar en trance, absorbiendo cada detalle, su rostro me decía que anhelaba escuchar más detalles sobre la infancia de su mamá. En ese momento me hice la promesa de compartir más historias sobre mi niñez con ella. Después de todo, si no compartía mis historias de la infancia con mi hija ahora, tal vez se perderían para siempre.
“¡Mira, mamá!” Su voz interrumpe mis nostálgicos recuerdos para mostrarme una escultura de burbujas que se asemejaba a un corazón brillante.
Mientras yo miraba su creación y sus pequeñas manos perdidas en las burbujas mágicas, recordé el comentario que un lector dejó en mi blog: “Ser responsables de la infancia de alguien es algo muy importante. Nosotros no solo creamos nuestras propias memorias, sino también creamos las memorias de nuestros niños”. Si simplemente dejo que esta verdad fundamental guíe mis elecciones sobre lo que hago con mi tiempo, esfuerzo, energía y enfoque, entonces voy a estar más apta para elegir lo que de verdad importa, y por encima de las distracciones de la era digital.
Las memorias que mis hijos lleven a su adultez dependen en gran parte de mí. En la rutina diaria tengo el poder de darles a mis hijos recuerdos memorables. Tengo la habilidad de dejarle a mis hijos memorias que atesorarán toda la vida.
La elección está en mis manos. Por ahora, quiero continuar llenando nuestros días con burbujas, risas y amor. Y tal vez un día, un hermoso recuerdo nos unirá bajo la suave luz de la cocina, aunque estemos millas y millas de distancia.
Tomado de Hands Free Mama: A Guide to Putting Down the Phone, Burning the To-Do List and Letting Go of Perfection to Grasp What Really Matters! [Una mamá con las manos libres: Una guía acerca de soltar el teléfono, quemar la lista de quehaceres, librarse del perfeccionismo para aprovechar lo que realmente importa] por Rachel Macy Stafford. Copyright © por Rachel Macy Stafford. Usado con permiso de Zondervan. www.zondervan.com.
Rachel Macy Stafford es maestra certificada de educación especial con una licenciatura en pedagogía y diez años de experiencia en el trabajo con padres y niños. Sus escritos han aparecido en usa Today, Time.com, msn.com, Huffington Post y Reader’s Digest. Rachel vive en Alabama con su esposo y dos hijos que la inspiran diariamente.