Por Tonya Anthony Crawford
El temor puede ser paralizante. Nuestra mente transita por caminos oscuros, llevándonos a lugares trágicos y de desesperación. Podemos quedar completamente paralizados como si Goliat estuviera frente a nosotros. El enemigo nos traga con su sombra, nos intimida con sus fuerzas y escupe palabras jactantes antes de que pongamos un pie en el campo de batalla.
Los niños buscan seguridad y protección en la presencia tranquilizadora de sus padres. A medida que sus pequeñas mentes procesan todo lo que escuchan y ven el mundo que los rodea, van tomando conciencia de los huracanes, de los terroristas, de los accidentes fatales y de todo lo que sucede fuera del reino protector de sus padres. Mientras hacemos lo mejor para filtrar lo que ven y lo que escuchan, los alcanza la presencia del mal en este mundo a través de las redes sociales, las noticias y la radio. A medida que los temores de nuestros hijos crecen al enorme tamaño de Goliat y parecen infranqueables e invencibles, es importante que les enseñemos cómo dejar sus ansiedades en las manos de nuestro soberano Dios.
Ofrezca perspectiva
Todavía era yo una joven cuando encontré paz en las sencillas palabras de mi padre: “El mal ha existido en el mundo desde la caída del hombre. Siempre ha habido alguien o algo que temer”. Esas palabras me dieron el poder de la perspectiva. ¿Qué podemos decirles a los niños que van creciendo para calmar sus temores? No podemos prometerles que no sentirán dolor y sufrimiento, pero podemos darle perspectivas. “Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:20-21). El sufrimiento es el efecto colosal del pecado. Los seguidores de Cristo giran con toda la creación a la espera de la libertad eterna. Dios nos dará la fuerza y el coraje en el momento que más lo necesitemos. Debemos recordarles a nuestros hijos que no se adelanten al Señor, sino que cada día se despierten dejando la ansiedad y el temor en Sus manos.
La preocupación alimenta el miedo. La confianza alimenta la fe.
El subproducto de la preocupación es la enfermedad física y espiritual. La preocupación alimenta los temores mentales. Alimentamos esta mentira continuamente: “Dios no puede”. Pero Jesús dijo en las Escrituras: “Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad” (Mateo 26:42). Era la voluntad de Dios que Jesús sufriera, tomando nuestro lugar en la cruz. Nosotros debemos decir siempre: “Señor, que no se haga mi voluntad, sino Tu voluntad”. Necesitamos recordarles amorosamente a nuestros hijos que la voluntad de Dios es mayor que nosotros.
En el libro de Daniel, el rey Nabucodonosor ordenó que le trajeran a tres judíos: Sadrac, Mesac y Abed-nego. Ellos se habían negado a postrarse ante sus ídolos y les dieron un ultimátum: o se postran o los quemamos. Pero ellos contestaron: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:17-18). Estos hombres conocían la habilidad de Dios para salvarlos, y confiaron en Su plan divino. No amamos y confiamos en el Señor porque vayamos a recibir buena salud, muchas riquezas y felicidad para siempre. Él nos amó primero, nos amó mejor, y provee eternidad a quienes confían en Él. Esta confianza trasciende a una gran fe. Mientras más confesemos “Dios, no entiendo el sufrimiento y tengo mucho miedo, pero decido confiar en ti”, mayor será nuestra fe.
Recurra a las Escrituras
Es crucial que empapemos a nuestros hijos con la Palabra de Dios. Por medio de las Escrituras ellos verán la naturaleza del Todopoderoso y soberano Dios que los ama y cumple Sus promesas. Cuando nuestros hijos sucumben ante la ansiedad y los temores, repítales versículos como este: “Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides” (Deuteronomio 31:8). Nunca subestime el tremendo poder y la paz que trae la Palabra de Dios.
Cuente su historia
Los filisteos se pararon ante el ejército israelita con el impresionante Goliat, su tamaño, su armadura y su confianza, atemorizaron a los israelitas. Goliat gritó palabras desafiantes y se burló de ellos, que estaban consternados y aterrorizados. El rey Saúl desestimó a David, pero David le dijo: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. […] Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos” (1 Samuel 17:37, 47). David confiaba completamente en Dios. El testimonio de David está lleno de poder y aseguraba que Dios tenía la habilidad para liberarlos del ejército de los filisteos. Él reflexionó en la protección y la liberación de Dios en medio del peligro, pero, al final, David reconoció que la batalla no era de él, sino del Señor. Nuestros hijos necesitan saber que Dios está presente y trabaja en nuestras vidas. Ellos necesitan que les hablemos sobre nuestro camino en la fe para así mostrarles la providencia.
Cuando nuestras mentes estén plagadas de preocupaciones y problemas que amenazan nuestra fe, recuerde que toda la tierra gime bajo el peso del pecado. Recuérdele a sus hijos que las preocupaciones alimentan sus miedos y no logran nada, pero confiar en Dios hará más fuerte su fe.
Vuelva a las Escrituras para llenar sus mentes con Palabras como estas: “En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuando tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron” (Salmo 9:10). Busque la providencia y cuente su historia para que sus hijos puedan ver que Dios ha sido fiel y amoroso al obrar en sus vidas.
Nuestros hijos están observando si nosotros también estamos poniendo nuestros temores en las manos del Todopoderoso y Soberano Dios.
Tonya Anthony Crawford vive en John’s Island, Carolina del Sur. Esposa, madre de tres hijos y educadora en el hogar, Tonya hace malabares con la educación de sus hijos, deportes, música y actividades escolares en el hogar, al igual que enseña historia en la cooperativa de los que enseñan en las casas.